Sabes ese momento en el que tienes mil cosas en la cabeza, el trabajo te supera, apenas duermes, y justo cuando parece que no puede ir a peor… ¡zas! Resfriado. Pues no es casualidad. El estrés y tu sistema inmunitario tienen una relación muy intensa, y entender cómo funciona puede ayudarte a cuidarte (y de paso, evitar terminar enfermo, con mocos y con fiebre).
En este artículo te lo contamos todo de forma clara y sin rodeos. ¿Te interesa saber por qué el estrés puede abrirle la puerta a los virus? Pues sigue leyendo, que esto te va a interesar.

¿Qué es el estrés y qué tipos existen?
El estrés no siempre es el enemigo. De hecho, en pequeñas dosis puede ser útil: nos activa, nos prepara para reaccionar rápido, nos da ese subidón de energía para salir del paso cuando algo se complica. A eso se le llama estrés agudo, y suele durar poco. Lo notas cuando tienes un examen, una presentación importante o estás a punto de perder el tren.
Pero el problema viene con el estrés crónico, ese que se instala como un okupa en tu día a día. Puede deberse a problemas de trabajo, preocupaciones económicas, relaciones complicadas… y lo peor es que, aunque tú sigas funcionando, tu cuerpo empieza a pasar factura. Y adivina quién sufre las consecuencias: tu sistema inmunitario.
¿Cómo afecta el estrés a nuestro sistema inmune?
El estrés pone al cuerpo en modo “alerta roja”. Libera una hormona llamada cortisol, que está bien para momentos puntuales, pero cuando está presente de forma constante… mal asunto.
El cortisol elevado durante mucho tiempo reduce la capacidad del sistema inmunológico para hacer su trabajo: combatir virus, bacterias y otras amenazas. Es como si tu ejército de defensas estuviera agotado, sin refuerzos y sin ganas de pelear.
Además, disminuye la producción de linfocitos, que son las células que se encargan de identificar y neutralizar a los “intrusos” (como los virus del resfriado). Así que, si estás estresado, estás literalmente más indefenso.
¿Cómo reacciona el sistema inmunitario frente al estrés?
Cuando estamos estresados, el cuerpo interpreta que hay una amenaza. Y como toda amenaza, activa una respuesta de emergencia. El sistema inmunitario responde con inflamación, una especie de “estado de defensa” generalizado.
A corto plazo, esa inflamación puede ser útil. Pero si se mantiene en el tiempo, empeora nuestra salud y hace que el sistema inmune se desregule. Es como tener un sistema de alarma que no para de sonar: al final, deja de ser útil y solo genera ruido y desgaste.
¿El estrés puede aumentar la probabilidad de tener resfriados?
Rotundamente sí. Y no es una suposición: hay estudios científicos que lo demuestran. Uno de los más conocidos, realizado por la Universidad Carnegie Mellon, expuso a voluntarios a un virus del resfriado. ¿El resultado? Los que habían reportado niveles de estrés más altos eran mucho más propensos a enfermar.
Y no hablamos del estrés de “me he peleado con mi pareja”, sino del estrés mantenido durante semanas. Este tipo de tensión constante debilita la respuesta inmune y facilita que los virus respiratorios hagan de las suyas.
Además, cuando estamos estresados tendemos a descuidar otros aspectos de la salud: dormimos peor, comemos peor, hacemos menos ejercicio… Todo suma. Así que sí, estar estresado es como colgar un cartel que dice “¡Virus, bienvenidos!”.
¿Por qué hay más enfermedades en situaciones de estrés?
Porque el estrés mantenido cambia el equilibrio interno de nuestro cuerpo. No solo baja las defensas, sino que afecta al sistema digestivo, al sueño, a la piel… e incluso puede empeorar enfermedades que ya teníamos controladas, como alergias, asma o trastornos autoinmunes.
Cuando pasamos por momentos de ansiedad o presión constante, el cuerpo se vuelve más vulnerable. Y como los virus están siempre por ahí (sobre todo en otoño e invierno), pues aprovechan la ocasión.
Es muy común enfermar justo después de un pico de trabajo, un cambio importante o una mala racha personal. Nuestro cuerpo dice: “Vale, ya te he aguantado todo lo que he podido, pero ahora me toca a mí”. Y zas, te lo cobra en forma de fiebre, mocos y tos.
¿Qué hacer para evitar el estrés crónico?
Aquí van algunos consejos que pueden ayudarte a mantener el estrés a raya y, de paso, reforzar tu sistema inmune:
- Duerme bien: parece un consejo de abuela, pero es sagrado. El descanso es clave para que tu cuerpo se recupere y repare.
- Haz ejercicio: moverte no solo libera endorfinas (las hormonas de la felicidad), también reduce los niveles de cortisol.
- Aliméntate bien: una dieta equilibrada con frutas, verduras y alimentos ricos en vitamina C y zinc ayuda a tus defensas.
- Tómate descansos: desconectar 5 minutos cada hora o salir a dar un paseo puede marcar la diferencia.
- Practica técnicas de relajación: meditación, respiración consciente o incluso escuchar música que te relaje.
- Rodéate de gente positiva: el apoyo social también refuerza la salud mental y, con ella, la física.
Y si ya estás notando los primeros síntomas de resfriado, siempre puedes contar con medicamentos eficaces como Couldina, que ayudan a aliviar los síntomas para que vuelvas a estar en forma cuanto antes.
El estrés no solo nos agobia mentalmente, también nos deja expuestos físicamente. Nuestro sistema inmunitario, que normalmente actúa como un escudo contra virus y bacterias, se debilita cuando estamos bajo presión constante. Y eso nos hace más vulnerables a infecciones comunes como los resfriados.
Por eso, aprender a gestionar el estrés no es solo una cuestión de bienestar emocional, también es una estrategia de salud muy potente. Dormir, comer bien, moverse y buscar momentos de calma puede marcar la diferencia entre pasar el invierno con mocos… o sin ellos.
Y si a pesar de todo algún virus consigue colarse, recuerda que Couldina está ahí para ayudarte a combatir los síntomas del resfriado con eficacia. Porque sí, cuidarte también es saber qué tomar cuando tu cuerpo dice “necesito ayuda”.